Cada cierto número de años, el árido desierto de Atacama sorprende al mundo con un fenómeno natural extraordinario: el desierto florido. Miles de flores silvestres cubren la superficie habitualmente seca, transformándola en un tapiz multicolor.
Este evento ocurre gracias a lluvias inusuales que permiten la germinación de semillas dormidas bajo la arena. Entre las especies que florecen destacan añañucas, suspiros y malvillas, generando un paisaje irrepetible.
El fenómeno atrae a turistas, fotógrafos y científicos de todo el mundo. El interés no es solo estético, sino también científico, ya que se estudia cómo estas especies logran sobrevivir en condiciones tan extremas.
Para las comunidades locales, el desierto florido es también una oportunidad económica. El turismo asociado ha impulsado servicios de hospedaje, gastronomía y guías especializados en la zona de Copiapó y Vallenar.
El desierto florido se ha convertido en un emblema de la biodiversidad y resiliencia de la naturaleza. Su carácter efímero lo hace aún más especial: un recordatorio de que la vida siempre encuentra la forma de abrirse paso.