La ciencia ha demostrado que no es necesario entrenar como un atleta profesional para disfrutar de los beneficios del ejercicio. Diversos estudios confirman que la actividad física moderada, realizada de forma constante, contribuye a prolongar la vida y mejorar la calidad de la misma.
Caminar a paso ligero, andar en bicicleta o practicar natación ligera son actividades que, realizadas al menos 150 minutos por semana, reducen significativamente el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer.
Además, el ejercicio moderado tiene un impacto positivo en la salud mental. Estimula la liberación de endorfinas, conocidas como las “hormonas de la felicidad”, que ayudan a disminuir el estrés y la ansiedad.
Expertos en medicina preventiva destacan que la clave está en la constancia, más que en la intensidad. Mantener una rutina regular genera beneficios acumulativos que se reflejan a largo plazo.
En resumen, la invitación es clara: moverse todos los días, aunque sea con actividades sencillas. Un estilo de vida activo y equilibrado es el verdadero secreto para vivir más y mejor.